La Manía de Los Tatuajes

La Manía de Los Tatuajes

En un aviso se leía la siguiente información “se vende una cabeza absolutamente calva aun viviente y tatuada por completo, está desde luego bien ajustada al cuerpo de un brasileño de 25 años". Con el insólito aviso anterior y que publicó en diarios y revistas de su país Rony Guillermo Payán ponía en venta a mediados de 1995 su obra maestra de tatuaje craneal por dos millones y medio de dólares, advirtiendo que la entrega se realizaría 12 horas después de su muerte e incluía sin costo adicional el resto de su cuerpo que había hecho decorar con una gran diversidad de diseños fantásticos entre los cuales figuraban dragones réplicas de algunas pinturas en la Capilla Sixtina y diversas figuras cabalísticas, hacía énfasis el extravagante brasileño que se necesitaron 292 horas de trabajo y cinco años de labor por varios especialistas en tatuajes para crear ese monumento viviente a la imbecilidad como lo calificó un diario de Rio de Janeiro, algo que ya y desde mucho antes Giorgio Werner había definido como remediable necedad.


El tatuaje ya se conocía en el primer imperio egipcio, también entre incas y mayas, los polinesios de la antigüedad y maoríes de Nueva Zelanda lo constituyeron en doloroso ritual, en épocas más recientes se sabe que personajes como el Rey Jorge V de Inglaterra, el zar Nicolás Segundo de Rusia y Federico de Dinamarca, se hicieron imprimir tatuajes, Walt Whitman y Edgar Allan Poe tenían tatuajes en la piel y difícilmente se podría afirmar que eran idiotas. Tanpoco radicales antisistema como si pretendían ser los jóvenes contestatarios de los años 60 del siglo 20, cuando y como lo es ahora se hacían tatuar el cuerpo. Entonces porque se tatúa  la gente, se trata acaso de una atávica necesidad de ostentar simbologías esotéricas en la epidermis, como ya lo dijo George Bernard Shaw, es una forma de hacer alarde de irreparable necedad, prueba de ello es que la mayoría de aquellos intransigentes rebeldes contra culturas de hace casi medio siglo al transformarse con el paso de los años en conformistas burgueses y acaudalados miembros del establishment, deseosos de erradicar de sus opulentas barrigas y carnosas extremidades todo vestigio de aquellos ardores revolucionarios de su juventud, discretamente acuden a los innumerables salones de tatuaje que actualmente existen, no para hacerse nuevos diseños sino intentar que elimine los que ya existen con suerte allí contarán con un equipo desarrollado en el instituto láser de la universidad de California en los años 80 siglo 20, utilizando un rayo láser de rubí el especialista va quemando con pulsaciones cortas pero muy profundas, las líneas de tinta que fue incrustada en la piel, procedimiento que no sólo es difícil sino además lento y muy doloroso como si le dieran a uno en la piel con una tira de goma cuando se encoge rápidamente, y el procedimiento a medida que incinera el pigmento del tatuaje hace que brote una nubecilla de vapor cuando el láser lo quema, algo que debe hacerse paso a paso y a veces requiere varias sesiones ya que muchos no soportan que se les eliminen los tatuajes de una sola vez, y otros de esos sujetos cincuentones o sesentones prefieren más bien ocultar sus multicolores tatuajes bajo mangas y pliegues de costosas camisas de seda, en algunos casos las figuras mitológicas o planetarias casi pasan inadvertidas entre las verrugas pecas manchas y estrías que aparecen con el paso de los años. Estandartes de otra época y estilo de vida que jóvenes de ahora intentan repetir.
 

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