El Experimento Sobre el Peso del Alma

 



 
La idea de que el alma pesa 21 gramos proviene de un experimento realizado en 1907 por el médico Duncan MacDougall. Dicho doctor planteó la hipótesis de que las almas tienen peso físico e intentó medir la masa que pierde un ser humano cuando el alma abandona el cuerpo. MacDougall intentó medir el cambio de masa de seis pacientes en el momento de la muerte. Uno de los seis sujetos perdió tres cuartos de onza (21,3 gramos). 
 
Era 1901 cuando a un médico de la ciudad estadounidense de Haverhill, en Massachusetts, se le ocurrió medir el peso del alma, ese ente humano considerado desde siglos atrás. El alma como un estado, como un destino o mecanismo del cuerpo tangible. Duncan MacDougall quería sostenerla. Aquella idea, estaba convencido, demostraría intrínsecamente su existencia. Según él, en el momento en el que una persona fallecía, su cuerpo perdería el peso de su alma, entonces libre para transcurrir otros espacios.  

Durante aquellos últimos días de hospitalización, este médico de la época fue siguiendo su propio chequeo: primero registró el peso vivo de cada persona y, cuando parecía que alguna ya solo le quedaban horas o, incluso, minutos, colocaba su cama sobre una báscula de tamaño industrial que tenía una sensibilidad de dos décimas de onza (5,6 gramos). 

Con la perspectiva de los años, el empeño que aquel hombre ponía en el asunto parece un auténtico disparate, pero MacDougall no solo llego a pesar aquellos cuerpos yacientes, sino que incluso sacó conclusiones. Una cifra exacta: 21. Esos eran, aseguró, los gramos que pesaba el alma. Una cantidad equivalente a tres cuartos de onza.

MacDougall iba a publicar aquellos resultados en forma de estudio en la revista científica 'American Medicine', pero antes de que pudiera hacerlo, The New York Times presentó la historia en un artículo titulado "El alma tiene peso, según piensa un médico". Aquel texto incidía en lo que parecía toda una hazaña, pero en él no había ni rastro del informe original, que no se publicó hasta 1907. 

Aunque la hipótesis de que el alma pesa 21 gramos es imposible de probar científicamente, hay explicaciones más plausibles para los cambios de peso observados por MacDougall. Una de las razones más probables es la evaporación de fluidos corporales. Al morir, el cuerpo deja de regular funciones como la sudoración y la respiración, lo que podría provocar una rápida pérdida de agua que se reflejaría en el peso.

Otra explicación puede estar relacionada con la liberación de gases acumulados en los pulmones y otros tejidos del cuerpo. Estos procesos, que ocurren de forma casi inmediata tras la muerte, podrían afectar mínimamente el peso sin necesidad de involucrar factores.

La conclusión de que la pérdida de peso se debía al alma es una interpretación subjetiva y carente de base científica. No existe evidencia empírica que sugiera que el alma sea una entidad física con masa. A pesar de las evidentes limitaciones del experimento, la idea de que el alma pesa 21 gramos se popularizó rápidamente y se convirtió en un mito cultural.

La ciencia moderna rechaza la idea de que el alma sea una entidad física con masa. La conciencia y la mente son fenómenos complejos que están estrechamente vinculados al funcionamiento del cerebro, y no existe evidencia científica que sugiera la existencia de un alma separada del cuerpo.


 

 



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